
Muchas veces decís, cuando habláis de un hombre malvado que escapa de un peligro:
Si fuese un hombre de bien habría muerto. Pues bien, cuando decís esto, decís la verdad, porque efectivamente, muchas veces sucede que Dios da a un Espíritu, joven aun en los caminos del progreso, una prueba más larga que a uno bueno, logrando este como una recompensa debida a su mérito que su prueba sea lo más corta posible. Así, pues, cuando os servís de este axioma, no dudéis que blasfemáis.
Si muere un hombre de bien al lado de cuya casa vive un hombre malo, os apresuráis en decir: Me gustaría más que se fuese éste. Estáis muy errados, porque el que parte terminó su tarea y el que queda tal vez no la haya comenzado. ¿Por qué quisierais, pues, que el malo no tuviese tiempo de acabarla y que de otro modo quedase estacionado en la tierra? ¿Que diríais de un prisionero que hubiese cumplido su pena y se le retuviera en la prisión mientras se diese libertad al que no tuviere derecho de ella? Sabed pues, que la verdadera libertad consiste en desprenderse de los lazos del cuerpo, y que mientras estuviereis en la tierra, estáis en cautiverio.
Acostumbraos a no censurar lo que no podéis comprender y creed que Dios es justo en todas las cosas; muchas veces lo que es parece un mal, es un bien; pero vuestras facultades son tan limitadas que el conjunto del gran todo escapa a vuestros sentidos obtusos. Esforzaos en salir con el pensamiento de vuestra estrecha esfera y a medida que os elevéis, la importancia de la vida material disminuirá a vuestros ojos, porque se os presentará como un incidente en la duración infinita de vuestra existencia espiritual, la Única existencia verdadera. (FÉNELON. Sens, 1861)
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